domingo, 4 de octubre de 2009

El parto

Cuando la diosa parió a su primer hija la llamo Dolor. A pesar de que a su dios le llamó Placer en cierto momento pasado.
Sus gritos desgarradores, las palmas de sus manos lastimadas por sus propias uñas, el pezón erizado y las ganas de llorar, transformaron su cuerpo perfecto, divino, elástico y gravitacionalmente neutro, en un cuerpo humano, imperfecto, banal, viejo, flácido.
A su dios no le quedó otra que curar su cuerpo y limpiar sus heridas. Maquillarla y vestirla como una diosa hasta el último día de su vida. Entonces se quedó solo. Con Dolor, pero él, Placer seguía latente.

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