comenzaba a creer que no existía, nadie le contestaba el teléfono. ni michelle, ni rita, ni ninguna otra apareció para salvarlo. comprendió que estaba condenado a besar labios sin sal. tampoco sabrina, con su portuñol y sus faldas cortas podría ayudarlo, levantarlo. era otra cosa, algo con los recuerdos, los bailes, las imágenes, la ciencia inexacta.
los manjares de su adolescencia que disfrutó le dolían en el pecho.
decidió apagar las luces y dormirse, al fin y al cabo debería estar orgulloso de tener un pasado como el suyo, aunque no pudiera repetirlo.