domingo, 18 de enero de 2009

Diálogo amable antes de morir en las manos de un ángel.

- Señor! Señor! Olvídese del problema, digame... ¿usted realmente cree que tiene la razón? ¿podría usted perforar aquél corazón?
- Digamelo usted pequeño incrédulo... acaso no ve que ya lo estoy haciendo
- Perdón... perdone usted, no me había dado cuenta.
- ¿Que no se habia dado cuenta? ¿Es que está usted ciego pobre idiota?
- No, simplemente ya no siento nada.
- Entonces vamos por buen camino.
- Pero señor... quiero sentir, quiero poder sentir todo cuando llegue el momento.
- ¡¡NO!! No sea imbécil ¿acaso no piensa que lo mejor es no sufrir?
- No... lo mejor no es no sufrir, lo mejor es sentir todo, absolutamente todo, aprender a sufrir y olvidarse del sufrimiento una vez haya terminado.
- Algo así como también saber distinguir el sufrimiento del placer...
- ¡¡Exacto!!
- No... lo siento, en mi naturaleza no existe tal cosa, no sufro ni siento placer, no siento, por eso asesino sin remordimientos.
- ¿Porqué asesina? ¿Acaso eso no le causa placer?
- Perdone usted, ese placer es de otro tipo.
- Perdóneme usted a mi, pero placer es palcer, sea físico o psíquico ya es harina de otro costal.
- Muy bien usted gana...
- Usted también...
- ¿Sabe a que vine hoy?
- Sí... y me causa placer, haber podido charlar un rato antes de largarme.
- No... usted no se va a ir a ningún lado.
- Pero usted si, y me llevará en sus hombros, como a tantos otros.
- No, no llevo a nadie a cuestas, la ley dice que simplemente se quedan rondando en el último paso que dieron.
- Esta bien, haga lo que tenga que hacer, pero déjeme ver como termina de amanecer.

Y así fue como murió aquel hombre, con el amanecer en sus ojos, con la vida en sus arrugas, con el recuerdo entre sus labios y con el corazón partido en mil pedazos. Hoy ya nadie lo recuerda, porque dicen que un dios se lo llevó a pasear y terminaron tomando vino del bueno.

No hay comentarios: